Con todo el previo aviso al que estamos acostumbrados, los desmanes del 11 de septiembre han vuelto a pasar por nuestro lado, tapando los ritos de rendición de honores a la memoria de luchadores sociales o privándonos de reflexionar de verdad sobre el derrotero transitado hasta ahora. El 11 nos volvió a golpear en la cara con su patética violencia bien a través de los medios de (des)información o bien porque usted tuvo la mala fortuna de acudir con toda su buena voluntad a alguno de los actos conmemorativos o bien porque simplemente a usted esta fecha no le vale un carajo y acudió al centro de la ciudad como si nada.
El 11 ha pasado a ser para los chilenos uno más de los ritos sociales que marcan las estaciones del año. La hora del debate tras las culpas de la tragedia que se desató en nuestro país hace 33 años. La hora de administrar nostalgias. La hora de los testimonios. La hora de sentarse al final de la jornada de trabajo frente a la pantalla de televisión para ver en pantalla de 29'' cuan grande es la cagá de este año. La hora de decir "es lo mismo de todos los años" y comenzar a prepararse para las fondas y las ramadas del 18.
Sin duda, en todo caso, el sello de la jornada es la bomba incendiaria lanzada contra el Palacio de La Moneda. Esa fue fea. Por más que se insista con tesis ladrilleras sobre el origen y significado del edificio, los chilenos la sienten muy propia; atentar contra La Moneda es como decir que Arturo Prat no saltó al abordaje del Huascar. Es de todos los chilenos, por más que la ocupen unos pocos.
Personalmente siempre he lamentado del 11 su carácter ritual. Sin obviar que es una fecha que marca una fractura en la vida de muchas miles de personas de nuestro país, me resulta penoso ese despliegue de medios que hace la izquierda chilena en esta fecha, colocando de manifiesto una capacidad operativa que no se le ve en todo el resto del año. Ojalá con la misma vehemencia con que nos lanzamos a conmemorar el 11, fuésemos capaces de volcarnos al trabajo comunitario. Digo, para salir de una vez de la marginalidad política y presentar al país una opción de poder real y viable… Cosa que no pasará en tanto sigamos siendo la izquierda testimonial.
En la edición de La Nación Domingo del domingo 10 de septiembre, el sociólogo chileno Tomás Moulian preguntado sobre el sentido que tendría conmemorar el atentado a Pinochet decía: "… Vivimos un cierto patetismo, pues hemos tenido muy poco éxito en ser escuchados por los sectores populares. Podemos tener razón en la crítica que le hacemos a la Concertación de combinar malamente democracia con un régimen neoliberal, pero nosotros no proponemos nada, no hemos sido capaces de proponer algo que los sectores populares sigan; entonces, nuestro fracaso es tan grande como el de ellos".
Ya va siendo hora de hacerse cargo.
martes, septiembre 12, 2006
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