Según la versión electrónica del diario La Tercera de hoy, el presidente del senado Eduardo Frei ha llamado al Gobierno a apurar los estudios en torno a la viabilidad de contar con energía nuclear en nuestro país. Una más del presidente de los mega-proyectos.
Las varias chambonadas de don Eduardo no le bastan. No le bastó con ser el responsable de la instalación de la represa que arruinó la biodiversidad del Alto Bio Bio. No le bastó con la construcción de varias decenas de caletas de pescadores artesanales en las costas chilenas, cuyos diseños de ingeniería no dieron cuenta de la diversidad cultural del sector ni tampoco (los mismos diseños de ingeniería) dieron perfecta cuenta de la normativa medioambiental vigente en la época. No le bastó con haber aprobado la instalación y colocado la primera piedra de la Planta de Celulosa Valdivia, con las pésimas consecuencias que su puesta en marcha tuvo para la biodiversidad de la región y la salud pública. No le bastó con haber firmado con Mennen un acuerdo energético que ha resultado ser una calamidad para la política interna de Chile y una piedra en el zapato en las relaciones que nuestro país sostiene con Argentina… Nada de eso es suficiente. Argumentando que debemos avanzar hacia nuestra autonomía energética nos señala en estos días que debemos apostar por la energía atómica.
Extraña la vehemencia de don Eduardo. Chile no cuenta con yacimientos de uranio ni con la tecnología para enriquecerlo. ¿Qué idea tendrá sobre "la autonomía energética"? El Estado de Chile no ha tenido capacidad de respuesta para desastres medioambientales como el incendio del Parque Nacional de Torres del Paine o la aniquilación de la biodiversidad del Santuario de la Naturaleza en Valdivia ¿Se supone que el mismo Estado será capaz de salvaguardar los intereses de las personas y castigar a los responsables frente a un eventual derrame nuclear?
Muy bien. Supongamos que a nadie le importa que los tantos millones que costarían estos estudios pudiesen ser mejor aprovechados en inversiones de políticas públicas –el gasto social que le llaman-. De ser así, tendríamos un mayor provecho si esa misma cantidad de dinero fuese reorientada hacia los fondos ya existentes que fomentan la innovación tecnológica y el desarrollo de nuevos productos. En este caso los dineros podrían ser orientados al fomento de la incorporación de nuevas formas de energía. Prácticamente es muy poco o casi nada lo que habría que inventar.
En otros países ya hay experiencias exitosas a escala de desarrollo local sobre aprovechamiento de bioenergía, de energía hidráulica y de energía eólica. Sería tan sencillo como fomentar que el know how técnico universitario de nuestro país implemente modelos que ya han demostrado eficiencia en otras latitudes.
Lectura recomendada: Rodrigo Pizarro "La verdad tras el recurso nuclear"AQUI.
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