Parece que en los días cercanos al 20 de febrero pasado los medios en Chile estaban demasiado ocupados en reflectar hacia la población los encandilamientos del Festival de Viña del Mar. Nada o muy poco se supo o se dijo en ellos sobre los magros resultados del plebiscito que tendría por función dar por aprobada la Constitución de la flamante (y flamígera) Comunidad Económica Europea.
Hay factores que merecen atención detenida en este proceso. Por desgracia y por la distancia mediática no me es posible detenerme tanto cómo quisiera, por ahora.
Creo que el proceso debiera importarnos, pues da cuenta de esfuerzos concertados de grupos conservadores por acceder a mayores cuotas de poder en la escala internacional y por enésima vez, en un remedo de ensayo de participación y apertura democrática echando mano de sectores de la (así llamada convenientemente para tales efectos) sociedad civil. Es cierto que cada uno de nuestros países latinoamericanos tiene su afán, ni qué dudarlo, pero por lo mismo: no está de más superar las miradas locales y perspectivar "cómo viene la mano" en los próximos años.
No en todos los países se convoca a las urnas a la sociedad civil. Me quedo con la idea de que en aquellos países en los que el control sobre las ideas está mejor realizado, simplemente se presinde de abrir el debate más allá de restringidos círculos de tecnócratas y parlamentarios. Para cuidar las apariencias, se deja la puerta entreabierta para la palabra de intelectuales.
Nótese que mientras tanto en aquellos países que sí "optaron" por realizar la consulta ciudadana, fue acuerdo transversal de la élite política dominante respaldar y jugársela por la opción de apoyar la aprobación de la Constitución. En este empeño se vieron pujando tanto fuerzas de la socialdemocracia como de las derechas políticas y empresariales. Algo muy similar a lo ya visto en nuestros propios países a propósito de cuyunturas que en el caso de Chile han recibido nombres potentes como "agenda pro-crecimiento".
Volviendo al tema, destaca la presencia fuerte en aquellos sectores que se la jugaron por el rechazo, de expresiones de nacionalismos de izquierda. Cosa curiosa, más de algo tienen qué decir identidades territoriales excluídas de la conformación de los estados nacionales de aquellos países. Y el dato es que lo dicen en una perspectiva de unidad y solidaridad internacional. ¿Qué nos queda esperar por estos lados en un hipotético proceso de unificación latinoamericana?
El plebiscito allí dónde se celebró se cierra con una alta tasa de abstención, cercana al 60%. Queda en entredicho la legitimidad que se le quería asignar al proceso. Pero con todo, gana la opción del SI a la nueva constitución, mientras el NO clama por echar a rodar cabezas, junto con celebrar que los resultados dan cuenta de un proceso de acumulación de fuerzas que es importante no abandonar.
Para mí lo interesante es llegar a develar tres asuntos. ¿Qué condiciones deben darse para que sean los sectores críticos, tanto progresistas como radicales, los que marquen la agenda política internacional? ¿Qué señala esa alta tasa de abstención: desconocimiento, no-interés, una voluntad manifiesta de no estar dispuestos a ser instrumentalizados? ¿Qué son capaces de desarrollar en adelante lo sectores críticos en función de evitar la institucionalización definitiva de este instrumento que viene a legalizar la privatización de servicios públicos, la degradación medioambiental y la precarización del empleo?
Alguna buena lección debiera resultar de todo ésto para nuestro futuro. Sobre todo porque en el caso de nuestro país ya se cierra el círculo de la privatización de varios servicios públicos, nuestro medio ambiente ya está degradado y el pleno empleo vale callampa. Y no pasa na` con que se abran espacios de debate y resolución democráticos.
viernes, marzo 04, 2005
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