Aquellos que escriben son como agujeros negros. Como esos que son arrojados por el olvido sobre el cielo empedrado.
Destellos de mala crianza. Absorben todo aquello que la mecánica del cosmos, por pura picardía, pone al alcance suyo.
Como no es cosa de todos los días ver la catástrofe que desploma un agujero negro, los escritores siempre tendrán la sala de las nostalgias repleta. Y un balcón de honor reservado a esa “ella” esquiva y eterna.
Nunca se supo por qué mal humor la cabeza les gira tan aprisa. Ni nadie intentó entender la tentación de la ironía que han bebido.
Llegar a creer que su oficio es condición de los equilibrios mentales, es lo mismo que darles un voto de confianza cada vez que sostienen que son capaces de señalar el sitio en que se ubica el borde cronológico de las naciones.
Los que son presa del vicio de los fonemas no saben de medidas. No tiene mensura la masa que su alquimia sonora ha hecho desaparecer. Ni tiene mensura la angustia de la vela con que se alumbran por dentro.
Claro que estas cosas jamás se dirán en voz alta, pues la palabra ya tiene suficientes enemigos.
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1 comentario:
Hola, vengo del pasado.
Hace algunos meses dejaste un comentario en mi blog. Como estoy dejando una etapa de ingratitud, decidí regresar la visita a los que tuvieron la bondad de comentar mi blog.
Te mando saludos desde el otro hemisferio.
Suerte!
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